[NOTA: 7,5]
‘The Walking Dead’ se enfrentaba a un gran reto antes de terminar esta temporada: sacar a Morgan y a Carol de su particular letargo vacacional. Un despertar narrativamente necesario que la audiencia lleva pidiendo desde el inicio de la temporada. Tener olvidados a dos de sus mejores personajes durante casi una temporada entera son esos atrevimientos incómodos que sólo se atreve a hacer ‘The Walking Dead’. Y finalmente, tras una espera totalmente innecesaria, ‘Bury Me Here’ (7×13) ha dinamitado las cápsulas que aislaban a estos dos personajes, justificando de forma brillante cada uno de sus pasos. Nada importa ya la inconsistencia de cómo llegaron a ese aislamiento, lo que importa ahora es que han salido de él por la puerta grande.
EL DESPERTAR DE CAROL
El primero en resquebrajar la cápsula que envolvía a Carol fue Daryl en ‘Rock in the Road’ (7×10). Una visita en la que Carol aceptó la realidad maquillada que le contó Daryl consciente de que había mucho más detrás de sus acolchadas palabras. Pero la verdad empezó a ronronear en su interior con fuerza, hasta tal punto de buscar a Morgan para preguntarle por lo que Daryl no le había contado. Pero incluso ahí Carol seguía queriendo no saber, quería seguir viviendo su particular sueño. Alexandria seguía siendo una realidad lejana que se había convertido poco a poco en un mal sueño que no quería volver a tener. Pero la verdad acabó llamando a su puerta rompiendo por completo su cápsula de vida.
La muerte de Benjamin en su propio salón será la puerta que lleve a Carol a la realidad de un mundo cuyas reglas de supervivencia decidió olvidar. Una puerta que no volverá a cerrar, y desde la que escuchará toda la verdad de sus amigos doblegados bajo la sombra de Los Salvadores. Carol sale así de su cabaña para unirse a Ezekiel en la lucha contra Negan. Un Ezekiel al que la muerte de Benjamin también le ha hecho ver que la paz del Reino sólo se puede mantener acabando con el enemigo.
MORGAN TOMA EL CONTROL
Pero el verdadero protagonista del episodio ha sido Morgan. Richard se lo dice muy claro poco antes de morir: “Llegará el día en el que no puedes ser tan bueno”. Lo que él no sabía es que ese día estaba a la vuelta de la esquina. Richard tenía muy claro que para llevar al Reino a la guerra no tenía que convencer a Ezekiel, sino a Morgan. Por eso quita un melón de la mercancía de Negan. Por eso decide sacrificar su vida, para que Morgan abra los ojos y decida volverse a manchar las manos de sangre. Al final lo consigue, pese a que quien muera en manos de Los Salvadores sea Benjamin y que él acabe muriendo en manos del propio Morgan.
Richard muere en paz habiendo cumplido su objetivo: Morgan vuelve al terreno de juego dispuesto a acabar con aquellos que están aniquilando a sus seres queridos. En su interior sigue resonando su voz susurrando que “Herir al adversario es herirse a uno mismo”, pero esa voz no es más que un susurro. Ahora quien tiene el control es su yo más despiadado, capaz de acabar con la vida de todo aquel que amenace su supervivencia o la de los suyos. También vemos cómo esta dualidad personal nunca puede llegar a un equilibrio, porque cuando lo intentan desemboca en el Morgan que nos dejó sin palabras en ‘Clear’ (3×12). No puede haber medias tintas en su personaje.
Magnífico cómo Richard consigue sacar de la madriguera a Morgan. Cómo le hace ver que no sólo tiene que matar, sino que además alguien tiene que morir (en este caso Richard) para que El Reino tome la dirección correcta. Cómo su lado más benévolo le lleva a una muerte segura, lo que podría ser considerado un suicidio en toda regla. Ha llegado el día en el que Morgan no puede seguir siendo bueno, y lo hará siguiendo el plan de Richard, luchando contra Negan y llevando a los seguidores de Ezekiel a la guerra. Morirá gente, seguro, pero es un mal necesario e inevitable. Es magnífico cómo el Morgan de esta semana hace guiños a cada uno de sus momentos más importantes vividos desde el comienzo de la serie. Duane sigue resonando constantemente en su corazón.