[NOTA: 4]
Demasiado bien habían empezado los capítulos extra de la décima temporada de ‘The Walking Dead’. Tras un magnífico episodio sobre Maggie, llegó uno bastante insulso sobre Dayl, y esta semana le ha tocado el turno a Gabriel y Aaron que nos han regalado un pegote sin sentido. Tanto la historia de Maggie como la de Daryl tenían algo que contar que el espectador no conocía y que aportaba a la construcción de sus personajes. Me gustó más la primera que la segunda, pero las dos tenían sentido dentro del universo zombi. Pero lo de ‘One More’ (10×19) ha sido una tomadura de pelo en toda regla. No solo no aporta nada a los personajes de Gabiel y Aaron, sino que ni siquiera Maze o su hermano tienen más recorrido que este episodio.
Esa era una de mis esperanzas durante la segunda mitad del episodio, que esta historia sirviera para presentar o a un nuevo villano o a un nuevo miembro de nuestro equipo. Pero no, ni lo uno ni lo otro. Maze no pasa de este capítulo y obviamente su hermano tampoco. Una historia que en un episodio normal, entrelazada con más tramas, habría tenido sentido, pero sola no. Nos han colado una trama secundaria episódica como una trama principal de capítulo único. Y es una pena, porque la historia llega a tener varios momentos buenos de tensión en las escenas con Maze, pero estás ya tan fuera del episodio que pierde toda la fuerza narrativa.
Da rabia que una trama que podría haber funcionado de otra forma haya sido desperdiciada así. Aunque más rabia da que un guion tan pobre haya sido trasladado con una factura tan perfecta. Esa noche de whisky y cartas es visualmente maravillosa y consigue crear una atmósfera envolvente. El arranque del capítulo nos regala un par de escenas en las que zombis se despellejan que visualmente son muy potentes. Y narrativamente toda la parte de Maze está muy bien construida, pero es una historia que no da para un capítulo ni muchísimo menos.
Un pegote sin sentido que nos han colado y que ha tirado a la basura un personaje como Maze que podría haber tenido recorrido dentro de la serie, interpretado por un siempre sublime Robert Patrick. Al final se acaban cumpliendo nuestros peores miedos, esos que intentamos acallar desde que supimos que alargaban la temporada con capítulos independientes. También es cierto que ni en mis mejores escenarios pensé que entre estos seis episodios iba a haber algo tan bueno como el episodio de Maggie. Así que al menos no se ha cumplido el peor de todos los escenarios.
Si nos esforzamos en ver algo nuevo para sus personajes protagonistas podríamos agarrarnos a la historia del mentor de Gabriel, porque es una figura de su vida que no conocíamos. Pero las reflexiones religiosas que se derivan de esta historia no son nada nuevas, igual que no lo son las que sacamos con Maze reflexionando con Gabriel. De todas formas ‘The Walking Dead’ ya debería ser consciente que la religión ya quedó más que trillada con Hershel y familia. Con Grabriel este tema nunca ha funcionado, menos ahora que el Gabriel que tenemos nada tiene que ver con el original, por mucho que siga creyendo en Dios.
No voy a comentar mucho más del episodio porque no creo que tenga nada donde rascar. Pero no me indignaré demasiado porque llevo diez años viendo ‘The Walking Dead’ y no es la primera, ni la segunda, ni siquiera la décima vez que nos cuelan algo así. Esto es una relación de amor odio y esta semana nos ha tocado el odio. Por cierto, ¿ha sido este episodio la primera vez que hemos visto a Gabriel reírse a carcajada limpia? Pues rectifico lo que he dicho un poco más arriba, algo ha aportado este capítulo al menos a uno de sus personajes protagonistas: ya sabemos que Gabriel sabe reírse.