[NOTA: 8]
‘The Walking Dead’ deja atrás a Ezekiel y su tigresa para narrarnos la dura decisión de Daryl de si rendirse o no ante Negan. La decisión que le podría sacar de ese particular cautiverio musical (violando sus principios) o que le podría llevar a una tortura inhumana, incluso a la muerte. Un episodio que pese a tener a Daryl en el centro, realmente no es más que la excusa para meter al espectador en el mundo de Negan. ‘The Cell’ (7×03) nos enseña la vida privada de Negan y cómo está estructurada su comunidad, una estructura basada en el miedo con una separación dictatorial de poderes. Esta temporada van a enfrentarse los seguidores de un dictador (Negan), un demócrata (Rick), y un monárquico (Ezekiel). Los habitantes de Hilltop son de esos que le hacen a pelo y a pluma.
Pese a su doloroso cautiverio musical, y a las advertencias de Sherry, Daryl no teme lo que Negan pueda llegar a hacerle. Lo tiene muy claro: mejor morir que arrodillarse ante un hombre que impone su ley a golpe bate de béisbol. ‘The Cell’ narra episodios perdidos de Negan que nos hace temerle aún más (pobre Dwight). Una narración psicológica que se aleja del tono gore del arranque de la temporada, que apuntala de forma definitiva al personaje más despiadado de la serie hasta la fecha. Nadie le sigue por convicción, ni por devoción, ni mucho menos porque comparta sus métodos. Los que le siguen es porque han hecho lo que no ha hecho Daryl: arrodillarse ante un hombre atroz por miedo a lo que podría pasar si no lo hacen.
Ni Dwight, uno de sus más fieles seguidores, le siguió por creer en él, todo lo contrario. Su tortuosa historia no hace más que dejar claro que en el mundo de Negan no hay más que blancos y negros, el resto de tonos no existen. Pero hay algo con lo que siempre juega Negan para conseguir seguidores: amenazar la vida de sus series más queridos. Una carta que con Daryl no ha podido jugar (todavía). Esa resistencia en sus intentos por reclutarle crea una dualidad en Negan, entre su yo psicológico que valora esa entereza y su yo sanguinario (Lucille) que quiere es abrirle la cabeza.
‘The Cell’ ha demostrado cómo en ocasiones Lucille y Negan no van de la mano. La bipolaridad de Negan le ha llevado a dar vida a un bate de béisbol para materializar su lado asesino. Pese a ser un auténtico hijo de puta, Negan es capaz de no matar a Daryl consciente de lo que podría aportarle un seguidor con esa entereza. Ni en Lucille ni en Negan hay corazón alguno, lo que sí hay en Negan es a veces un poco de cerebro. Lo que está claro es que al final Lucille siempre se sale con la suya, y ya no queda en Negan más oportunidades para Daryl. Lo que haga con él ahora lo sabremos en breve.
El capítulo no resuelve todas las dudas sobre la comunidad de Negan, sino que plantea aún más. Esas letras con las que identifican a los castigados (la A que lleva Daryl en su sudadera) y lo que hacen con los rebeldes zombis encadenados. Todo un misterio. El potencial narrativo de Sherry y Dwight es brutal, dos seguidores de Negan que escaparían si le temieran tanto. Magnífica la historia de estos dos personajes que conocimos la pasada temporada (6×06). Mucho tienen aún que ofrecernos Los Salvadores, pero hasta ahora nos están dando de lo mejor de las últimas tres temporadas. Sobre todo porque los guionistas han salido de su zona de confort y están arriesgando. Esperemos que sigan así.
CURIOSIDAD: Si os fijáis al final de 7×01 uno de los seguidores de Negan hace fotos a los cuerpos sin vida de las primeras víctimas del grupo de Rick. Fotos que ahora usan para derrumbar psicológicamente a Daryl en su particular cautiverio.