La semana pasada ‘The Walking Dead’ nos presentaba a los que presuponíamos serían los villanos de la primera mitad de la temporada y una semana después se los han quitado de en medio. Un giro tan inesperado como efectivo que ha conseguido que ‘Four Walls and a Roof’ (5×03) sea uno de esos capítulos que te dejan mordiéndote las uñas y con ganas de mucho más. ‘The Walking Dead’ ha hecho en sus tres primeros capítulos de la temporada una declaración firme de no querer perderse por las ramas y de estar dispuesta a avanzar lo que haga falta. Un arranque muy fuerte que recuerda al de la magnífica tercera temporada (magnífica sobre todo por su primera mitad).

Los caníbales de Terminus han desaparecido del mapa con una de las escenas más redondas y duras que hemos visto hasta el momento en ‘The Walking Dead’. Una emboscada narrativamente perfecta que juega con el espectador hasta el último momento y que deja aún más alucinados a la audiencia al ver a Rick y compañía actuando como una auténtica manada de lobos matando a sangre fría a sus enemigos. Un guión cargado de tensión que transcurre casi en su totalidad durante la noche, acentuado aún más la angustia del momento.

El Rick que se nos presentaba en la season premiere matando sin compasión a sus enemigos ha subir un escalón más hacia ese hombre en el que nunca se quiso convertir pero al que está llegando sin escapatoria. Tras cuestionar su liderazgo en su enfrentamiento con Abraham, Rick vuelve minutos después demostrando su lugar con una visual y narrativamente redonda: verle aparecer entre la oscuridad salvando una vez más al grupo y demostrando que nada se le escapa de las manos.

El sonido de cómo Rick y compañía matan a los supervivientes de Terminus se queda grabado en la memoria del espectador. Una escena que consigue por primera vez que en el espectador se encienda una luz de alarma por estar disfrutando sobremanera viendo cómo los protagonistas revientan la cabeza de sus enemigos. Los protagonistas han sido los buenos de la historia desde el comienzo, pero cada vez el espectador lo tiene menos claro. Menos mal que Bob, en su último aliento, nos recuerda que Rick es de esa «gente buena» que da la vida por los demás.

Una muerte la de Bob que ha perdido protagonismo en un capítulo con tramas tan potentes, una muerte secundaria sin la que nada de lo que ocurre ‘Four Walls and a Roof’ podría haber pasado. Bob es el detonante de todo lo que ocurre. Una muerte emotiva que nos regala una estampa para enmarcar: Bob en su lecho de muerte con Rick a los pies de la cama y Judith durmiendo en sus brazos. Uno de los capítulos más sangrientos de la serie que curiosamente ha sido también el que más iconos religiosos ha incluido.

‘Four Walls and a Roof’ nos descubre también la historia de Gabriel, ese hombre que carga con el peso de no haber ayudado a los miembros de su congregación a guarecerse de la amenaza zombi. Un cobarde que se vende al mejor postor pero que no es capaz de dar la cara por nada. Guiño religioso de su nombre hacia el Arcángel Gabriel, un enviado de Dios que ya no es capaz de mantener la vista erguida en un mundo cuyo orden no entiende ni el creador.

El capítulo nos deja dos estampas más para enmarcar: Michonne recuperando su katana y la nota de Abraham a Rick en el mapa con el camino que seguirán hacia Washington. El grupo se vuelve a dividir y Daryl regresa aunque aún no sabemos sin con Carol. El tablero vuelve a cambiar por completo una semana más manteniendo la trama en alto en todo momento. Da gusto cuando ‘The Walking Dead’ no tiene miedo a gastar ideas.