‘Marseille’ pasará a la historia por dos cosas: por ser la primera producción europea de Netflix y también por ser un bodrio sin igual. En lo que llevamos de año el portal de streaming tiene apabullados a sus clientes con un inabarcable número de estrenos de ficción propia. Las puertas del “producción original” se han abierto para dar paso a títulos como ‘Love’ (mi crítica), ‘Fuller House’,‘Flaked’ (mi crítica) o ‘The Ranch’, ficciones que han dado una patada al sello de calidad de Netflix erosionando poco a poco su imagen. El último fracaso ha sido ‘Marseille’, primera producción original francesa protagonizada por Gérard Depardieu. Una ficción que buscaba repetir la fórmula de la incombustible ‘House of Cards’ y que no consigue ni construir una trama que se gane el aprobado.
‘Marseille’ cuenta la historia de Robert Tato, el que ha sido alcalde de la ciudad de Marseille durante los últimos veinte años y que dejará su cargo tras las próximas elecciones. Pero antes de dejar la vida política quiere dar su último golpe: lograr el voto para la construcción de un casino en el casco histórico. Nada ha sido dejado al azar y su sucesor, Lucas Barrès, ya ha sido nombrado. Sin embargo, la ambición de Lucas y los intereses secretos de los líderes de la ciudad se interpondrán en los planes del alcalde. La carrera hacia la alcaldía se convertirá en una lucha de poder en la que todos lucharán por sus intereses.
El punto de partida tiene potencial, sin duda, pero nadie ha sabido darle forma. La serie se presenta como una historia de violencia, corrupción, sexo y traición, y sin duda todos esos elementos los tiene. El problema es que manejan mal todos y cada uno de esos elementos. Personajes estereotipados, física y psicológicamete, que de obvios se cargan la credibilidad de todo el guión. Una serie que quiere ser mordaz, irreverente, y deslenguada, pero se siente tan incómoda siéndolo que es incapaz de dar unidad a esos momentos impíos. ‘Marseille’ se ruboriza cuando saca los platos del tiesto.
Ni siquiera es capaz de jugar con el sexo sin ruborizarse. Son conscientes de que una trama de este calibre crece con sexo, que cuanta más carne metas mejor y que si incluyes relaciones homosexuales aún mejor. Pero de nada sirve que metas en la misma cama a dos mujeres si nada aporta a la trama y si te sonrojas mientras enfocas un pecho. ‘Marseille’ no ha sido consciente de hasta dónde podía llegar y su propia ambición ha terminado matando el producto. El equipo francés va de liberal pero es más recatado que ninguno.
Si nos salimos de la historia, ‘Marseille’ sigue sin brillar. Un reparto que no pasa de correcto, una fotografía sin personalidad, y una banda sonora discreta, rematan una serie totalmente prescindible que desgasta la imagen de calidad de Netflix. Su primera producción europea se queda en el saco de suspensos. Una ficción anodina que resulta mediocre si la comparamos con ‘House of Cards’.