‘The Walking Dead’ sigue empeñada en abrir el corazoncito de los personajes más misteriosos (y queridos) de la serie, el problema es que no están encontrando las excusas adecuadas para hacerlo. La semana pasada Michonne compartía parte de su pasado con Carl en un juego sin sentido y esta semana le ha tocado el turno a Daryl con Beth. Un capítulo que cae en el saco de los episodios de relleno que pospone el momento en el que empiecen las historias con los nuevos personajes. ‘Still’ desperdicia el potencial de Daryl y lleva a Beth a situaciones que sobrepasan lo inverosímil. Un capítulo que sólo deja en el recuerdo del espectador un gran momento visual y sonoro quemando la casa.
Lo que ha hecho a ‘Still’ un mal capítulo ha sido el primer peldaño de la historia: Beth necesita beber alcohol pese a no haberlo probado nunca antes. Una necesidad que no encaja con la esencia de su personaje pero que sirve para perder el tiempo durante todo el capítulo para contar algo al final del episodio. En encontrar una botella de licor de melocotón se lleva los 20 primeros minutos, para que después Daryl la tire al suelo sin que Beth llegue a catarla.
Del licor de melocotón pasamos al aguardiente casero, gracias al cual Beth decide jugar al «Yo nunca he…» con Daryl. Un nuevo juego de quinceañeros que sacará a Daryl de su caparazón silencioso para soltar por sus venas toda la rabia que ha ido acumulando en los últimos meses. Una reacción que si hubiera ocurrido al final de la segunda temporada habría tenido mucho más sentido que ahora. Desde el comienzo de esta temporada nos han mostrado un Daryl abierto que poca ira se guardaba para sí, al que poco le pega explotar como lo ha hecho.
Historias de relleno con sabor a alcohol que nos llevan a lo único que se salva del capítulo: la última conversación entre Daryl y Beth. Sin miedos ni desconfianzas se abren el uno al otro sacando los fantasmas de su pasado y sus problemas de identidad. Un mundo zombi que los ha obligado a reinventarse y crear personalidades nuevas incapaces de olvidar lo que fueron.
Con Daryl echamos la vista a trás a cuando sobrevivía con la única compañía de Merle. «No era nadie. Nada. Un paleto gilipollas con un hermano incluso más gilipollas». Culpabilidades por pasos del pasado y añoranza por los que ya no están que aún condicionan su forma de ver el mundo. Fantasmas que, aunque en menor medida, también siente Beth, que en su borrachera feliz anima a Daryl a ser alguien nuevo, a olvidar el pasado.
Una conversación que pese a ser interesante e íntima no tiene el suficiente peso como para justificar todo un capítulo. Si se hubieran quedado con los diez últimos minutos y el resto lo hubieran destinad a avanzar historias habríamos podido tener un buen episodio. ‘Still’ vuelve a usar la música para un cierre de capítulo visualmente y musicalmente muy atractivo. Una metáfora del comienzo de ese alguien nuevo que nace en cada uno.