[ UK | 2018 | BBC | 10 capítulo de 50min | NOTA: 6 ]

Que tras trece regeneraciones masculinas los guionistas de ‘Doctor Who’ decidieran que la siguiente encarnación sería en una mujer era arriesgado. No por el hecho en sí de que el protagonista pase a ser una mujer, sino porque rompe los esquemas preestablecidos del espectador. Y descolocar al espectador en exceso puede ser un arma de doble filo en televisión. El momento social en el que la serie da este portazo es perfecto, incluso necesario, reivindicando esa igualdad de la que tanto hablamos pero que no siempre existe.

Qué más da si el Doctor es alto o bajo, si usa gafas o no, si tiene pelo corto o largo… lo importante es la esencia de ese personaje, que siga vivo ese espíritu que nos enamoró un día y que nos mantiene pegados al televisor absortos de la realidad año tras año. Da igual que sea hombre o mujer, el universo de ‘Doctor Who’ sigue siendo exactamente el mismo. Y eso es algo que han cuidado mucho en la undécima temporada: mantener la esencia de la serie pero aportando una nueva forma de narrar, un nuevo espíritu.

EMPEZANDO DE NUEVO

Al igual que pasó con Matt Smith, la serie arranca de cero presentando poco a poco el universo de ‘Doctor Who’. Una temporada que toma un tono más familiar que las anteriores y que apuesta por capítulos más sencillos, siempre autoconclusivos (no tenemos ni un capítulo doble) y sin una trama transversal que una la temporada. Tenemos un villano común en el primer y último episodio, un enemigo que de forma indirecta se le refiere en el segundo, pero aparte de eso no hay nada que una la temporada más allá de sus personajes protagonistas.

Una temporada que ni siquiera recurre a ningún villano clásico de ‘Doctor Who’, que no nos exige haber visto nada antes de la serie para verla y sobre todo disfrutarla. Reconozco que ese tono más familiar a mi me ha resultado algo impersonal. He echado de menos más mitología y más oscuridad. Me han gustado todos y cada uno de los capítulos, pero han sido pocos los que me han desconectado por completo del mundo. Aunque quizá lo que más he echado en falta es un desarrollo mayor de los personajes, sobre todo de los companions.

Es la primera vez que tenemos tres companions, pero es muy difícil desarrollarlos en diez capítulos, en los que además tienes que construir a la Doctora. Que queden tan solo esbozados resta empatía y emoción a la temporada, en una serie que nos tiene acostumbrados a robarnos el corazón con los companions en un abrir y cerrar de ojos. La construcción de la Doctora también es lenta, no explota realmente hasta los tres últimos capítulos. Aunque todo esto son exigencias del guion, el trabajo que hace Jodie Whittaker es magnífico.

[Spoilers a partir de aquí]

LA DOCTORA

La construcción de la Doctora es muy paulatina. El reseteo de la serie es tan absoluto que cuando ella aparece no recuerda ni quién. La vamos descubriendo a la vez que se descubre a ella misma, inicialmente con tramas muy terrenales que no requieren tanto trabajo del espectador para aceptar el nuevo personaje y grandes dosis de fantasía. Me encanta que en el segundo episodio, después de cruzarse todo un planeta para recuperar la Tardis, al ver que no está refleja en su rostro la frustración de saber que ha fallado. Cuando finalmente aparece la Tardis recupera de nuevo su confianza, pero en unos segundos hemos tenido el primer momento de conexión emocional total con ella.

“Ven con papá” dice cuando ve aparecer la Tardis. Pone cara rara y dice con tono algo interrogativo “Ven con mamá”. Momentos así nos hacen conectar aún más con ella. Somos conscientes de que a ella también se le hace raro este cambio y necesita un tiempo para acostumbrarse. Una vez está cómoda con su cuerpo sufre la explosión real, en los tres últimos capítulos, donde vemos a una Doctora imparable, tomando la iniciativa, sin miedos y capaz de cualquier cosa.

Su personaje conserva todo lo irónico de los anteriores doctores, su espontaneidad y su extravagancia. Al restar fuerza a la mitología la Doctora explora menos su pasado y sus conocimientos de lo que les rodea, que siempre ha sido uno de los puntos fuertes del personaje. Aunque entiendo que su desarrollo esté planteado para más de una temporada. Y entiendo también que busquen una mayor sencillez narrativa después de temporadas en ocasiones demasiado complejas. Hay que diferenciarse. Hay que dar cosas nuevas.

LAS TRAMAS

Las tramas de la temporada van evolucionando (y oscureciéndose) poco a poco. Empezamos con un feminismo implícito claro en la primera mitad de temporada para dejarse llevar por la tenebrosidad whoviana en la recta final. Me sorprende el nulo protagonismo que ha tenido la Tardis en la temporada. No la vemos por primera vez hasta el final del segundo episodio y las veces que entramos en ella las podemos contar con los dedos de una mano. Está claro que es algo buscado, quizá por ese reseteo total, que se estén guardando su desarrollo para más adelante. Una temporada demasiado precavida en ocasiones, muy poco ambiciosa.

Mis capítulos favoritos han sido tres. ‘Demons of the Punjab’ (11×06), que nos lleva a Pakistán en plena partición de la India (1947). La mitología de los Thijarians me parece maravillosa y la historia de la abuela de Yaz muy emotiva. Es el primer capítulo de la temporada que consiguió que me implicara emocionalmente. ‘The Witchfinders’ (11×08) es el primer episodio oscuro que tanto estaba echando de menos. Con una villana brutal (Siobhan Finneran nunca defrauda), se construye una trama de brujas y magia con una historia mitológica maravillosa en torno al ejército de los Morax. Un episodio con una fuerte crítica al machismo y que es capaz de aportar sus dosis de humor.

Pero mi episodio favorito ha sido ‘It takes you away’ (11×09). La mitología que construyen en torno al Solitracto es brutal, tanto conceptualmente como cómo la explotan emocionalmente con los personajes. Hay que sumarle la Antizona y ese solitario Ribbons de los siete estómagos con su globo rojo escondiéndose de las polillas de carne. Mágico. Es el capítulo más atrevido de toda la temporada. La primera vez que Ryan llama “abuelo” a Graham. Volvemos a ver a Grace de nuevo. Ese portal dimensional en un espejo. Maravilloso.

Más allá de estos tres hay episodios muy buenos. ‘Rosa’ (11×03) combina magníficamente fantasía e historia en una aventura en la que reivindica la igualdad. Sobre el activismo y el terrorismo habla ‘Kerblam!’ (11×07), un episodio que construye una mitología potente en torno a esta compañía de mensajería espacial. O ‘The Ghost Monument’ (11×02), que desde el Planeta Desolación, y durante el último rally de las Doce Galaxias, defiende a los refugiados y a los inmigrantes. “Comienza a creer” dice la Doctora al final de este episodio cuando encuentra la Tardis. Una frase que nos dice a todos en un arranque de temporada diferente.

LOS DATOS

En una temporada que empieza de cero es aún más importante lo que vamos descubriendo de la Doctora y del universo whovian. La sencillez de sus tramas nos ha llevado a conocer pocos datos, pero algunos sí que se presentan. Cuando viajan a la luna del planeta Kandoka para visitar las instalaciones de Kerblam descubrimos que la Doctora tiene dos corazones (en el primer episodio decían que tenía dos pulsos). Cuando aparece la Tardis al final del segundo episodio la Doctora explica que es una nave espacio-temporal que juega con la ingeniería dimensional para viajar. Y lo que vemos ahora es una nueva versión redecorada.

El dato que voy a dar ahora realmente no tiene ningún valor, pero me parece muy bonito que se creen detalles así. Cuando están en Solitracto la Doctora cuenta que tuvo siete abuelas y que la quinta siempre le contaba historias de esta conciencia expulsada. Y recuerda que también le decía que su segunda abuela era un agente secreto de los Zygons.

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