Tony Sirico no quería ser un chivato. Eso es lo único que pidió a los creadores de la serie ‘Los Soprano’ antes de aceptar su papel como Paulie Gualtieri, uno de los hombres de confianza del capo mafioso Tony Soprano. Os parecerá una tontería, pero para Sirico esta condición era muy importante, porque él era un miembro de la mafia real, sí, no era actor, era un mafioso en toda regla, de los que amenazaba, de los que trapicheaba y de los que pasaba por la cárcel. Ser chivato es caer tan bajo en el mundo de la mafia que Tony Sirico no quería serlo ni en la ficción.
La historia de Tony Sirico apasiona a cualquier fan de ‘Los Soprano’. Es darte cuenta de que uno de los actores de una de las mejores series que existen (sí, pongo a ‘Las chicas Gilmore’ y ‘Los Soprano’ al mismo nivel y no me despeino) está interpretándose a sí mismo. Que hay un verdadero miembro del crimen organizado dentro de la serie.
Además de ser italoamericano, como lo son prácticamente todos los actores de esa serie, Tony Sirico pertenecía (o trabajaba) para la familia Colombo, que controlaba la zona de Nueva Jersey, igual que Tony Soprano. De hecho, los nombra en uno de los capítulos.
Su participación parece que era muy activa, porque tiene un currículo carcelario que nada tiene que envidiar al de El Vaquilla: 28 veces fue detenido y, al menos, cuatro veces estuvo más de un año en la cárcel. Sirico, como su personaje de ficción, tenía algunos problemas con el tráfico de drogas. También se le acusó de posesión de armas y en una de sus noches más animadas no dudó en asaltar un club nocturno en Brooklyn. Sería competencia del Bada Bing.
Pero lo más bonito de toda esta historia (preparad el pañuelo) es que fue la cárcel lo que le hizo llegar hasta la industria del cine. Mientras estaba preso participó en una obra de teatro en prisión y le entró el gusanillo de la interpretación. Sí, chicos, esto es Estados Unidos y pasan estas cosas. Ya sea en un instituto, en un taller mecánico, en una barra americana o en la cárcel, nadie está a salvo de subirse a un escenario y sentir la llamada de Hollywood.
¿Os acordáis cuando murió el gran James Gandolfini y fue su funeral en Nueva York?. Todos vimos llegar a los actores de la serie vestidos de negro, pero en realidad estábamos viendo a todo el clan de la mafia de Nueva Jersey reuniéndose en un funeral más. Con los federales en la verja sacando fotos. Con los capos departiendo en una esquina, amañando sus próximos negocios.
Pues pensad que, al menos, uno de ellos, sí era un mafioso.